-No fuiste capaz de besarme,
ni tomarme entre tus brazos,
ni hablarme con dulzura.
-Los hombres no se tocan
ni se dicen palabras tiernas.
-Me dejaste derramar lágrimas durante horas.
-¡Llorón, yo no consuelo a nadie!
-La sirena del barco me está llamando,
torrente de caminos ofreciéndome caricias.
-Morirás de hambre en Paris,
tirado en una calle.
-Y tú morirás entre tus calzones, sostenes,
medias, enaguas y chalecos de lana
manchados con sangre de obrero.
-¡Insolente, te voy partir la cara!
-Ya no soy un niño. ¡Te devuelvo tus bofetadas!
-¡Sacrilegio, has perdido a tu padre!
-No pierdo un padre, porque jamás lo he tenido,
tú pierdes un hijo. Nunca más nos veremos.
Extranjero dentro de una semilla antigua
cruzo el tiempo cual cometa invisible.
Padre mío:
Tú querías ser amado, nunca lo fuiste
Tú querías ser aceptado, nadie te aceptó
Tú querías ser admirado, nadie te admiró
Tú que no tenías un calmante espiritual
para aceptar la muerte
la enfrentaste sin ninguna esperanza
sin bendiciones de cura
sin un hijo que te acompañara en tu último combate
Solitario como un héroe orgulloso
te disolviste en la nada
No dándome me lo diste todo
No amándome me revelaste
la absoluta presencia del amor
Negando a Dios me enseñaste a valorar la vida
Gracias a tu crueldad pude descubrir la compasión
Te perdono padre mío
Me diste la fuerza de soportar un mundo
que hace ya mucho tiempo perdió la poesía
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