Libre de los pasos violentos que destrozan el camino,
De la memoria que destruye como un acido el alma,
Cadáver vacio de esperanza,
Ilusiones convertidas en humildes piedras,
Y el corazón latiendo para siempre en el mismo punto.
Yo había atravesado la vida como un balazo durante cuarenta
y tres años,
Hasta que naciste tú.
Saltamos las barreras del tiempo,
Nuestras almas milenarias pudieron encontrarse.
Tú sabías que algún día tendrías que asistir a mi muerte,
Dejarme disolver en tu memoria.
Yo sabía que debería impedir tu suicidio,
Convencerte de que continuaría invisible junto a ti.
El presente se convirtió en joya,
A la que transformamos en esfera,
Danzando con los astros alrededor del ojo de dios.
Con euforia mezclada de tenebrosa angustia,
Vimos la eternidad en cada segundo,
Y al infinito acurrucado
Como un gato junto a nuestros pies.
Nuestros corazones aprendieron a latir al mismo ritmo,
Conversamos sin cesar con las bocas pegadas,
Una junta a la otra.
Le dimos a nuestros cuerpos cadáveres,
El orgasmo que los vestía de ángeles,
Los ruidos invasores se convirtieron en música,
Y la manzana que ambos mordimos,
Adquirió el sabor del elíxir de las vidas sin fin.
Que más se puede pedir!
Ahí vamos felices hacia el exterminio,
Como el sol y sus planetas,
Como las miríadas de universos,
Exterminio que es pantano,
Dando origen a la sublime flor de la conciencia,
Cuyo aroma es el amor.
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